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El Dr. Vinicio Frankenstein, en tiempos, fue considerado un científico brillante. Desconocemos cual habrá sido la causa de su trastorno actual. Algunos hablan de mal de amores, otros de la fiebre de la culebra; no son pocos los que se inclinan a pensar que, carente de voluntarios para experimentar sus pócimas, en algún momento decidió suministrarse a sí mismo alguna poción victimando su salud mental en el proceso. Todos coincidían en que estaba trastornado. Creía ser capaz de vencer a la muerte, resucitando cadáveres…
Había paseado su proyecto por diversas instituciones, pero nadie creyó en él. Hasta que un día, un emisario de un Mandamás Caribeño, depositó un maletín rebosante de billetes sobre el escritorio del maniático doctor.
“Hay más.” Dijo con profundo acento caraqueño. “Considere esto sólo un anticipo hasta que su investigación produzca el resultado que esperamos. Queremos el candidato perfecto, invencible.”
“Lo tendrán” afirmó rotundo Vinicio. En seguida se puso manos a la obra.
La fórmula era infalible. Vinicio se encargaría de conseguir partes de diferentes cadáveres políticos. Todos ellos candidatos exitosos: sólo aquellos que hubieran demostrado su capacidad para conquistar la voluntad de los electores.
La lógica era aplastante: Si cada uno, por separado, había logrado sus propósitos políticos, juntarlos a todos en un único candidato garantizaría un éxito arrollador. Con habilidad de cirujano, cosería las partes en las proporciones adecuadas, y, con ayuda de la fuerza más poderosa de la naturaleza, el rayo, daría vida al candidato más perfecto jamás creado, y sin ayuda divina.
Buscando un fuerte componente nacionalista, decidió que necesitaba cadáveres políticos autóctonos. Su listado no era, pues, tan largo. Consiguió, no sin dificultades, extremidades de Mahuad, cabeza y cabello de Abdalá, nalgas de Borja, y el torso de Febres Cordero.
Su lista de cadáveres políticos ecuatorianos no parecía suficiente para completar un candidato entero, así que tuvo que agenciarse el refuerzo de elementos foráneos. Fue duro, pero logró unas piezas muy apreciadas. No pudo contener un brillo lujurioso en su mirada cuando un traficante le hizo llegar un elemento casi imposible de conseguir, un verdadero incunable, único en su especie: la lengua de Castro.
Cuando recibió los genitales del Che en sus ojos se notó el desencanto de la decepción. Incluso llegó a dudar si no le estarían estafando, pero el traficante de órganos era un tipo de total confianza, así que no le dio más vueltas y pagó la suma solicitada. Quedaban los dos órganos más importantes: El Corazón y el Cerebro. El Traficante, al ver las caras exigencias de Vinicio, le pidió el doble de lo acostumbrado. Vinicio aceptó sin regatear.
“Esos son los que quiero. Ningún otro me sirve."
Pasaron algunas semanas, pero finalmente, timbraron en su puerta. Vinicio abrió. Sobre el felpudo de bienvenida, una enorme caja con un sobre. Cerciorándose que nadie le observaba, Vinicio introdujo el misterioso paquete a su domicilio y, rápida pero cautelosamente, lo bajó al laboratorio del sótano.
El estremecedor ritmo de sus palpitaciones, inusual en un tipo frío y calculador como él, no le preocupó. Leyó la Nota:
“Estimado Dr. Vinicio. En la hielera adjunta se encuentra lo que me pidió. No ha sido fácil y desde ya le comento que voy a reclamarle por unos gastos extra. El corazón de Chávez está completo, pero al Cerebro de Juan Domingo Perón le faltaba su parte occipital. No se preocupe, la hemos completado con masa encefálica de su compañera Evita, que gracias a su embalsamamiento se conservaba en perfecto estado. Creo que la solución supera al requisito inicial. Tendrá noticias mías…”
Los ojos ahuevados de Vinicio casi se salían de sus órbitas. Tras un breve momento de vacilación, miró al techo con los puños en alto y gritó “Si, Siiiiiii”, seguido de una tenebrosa carcajada de sádica victoria.
Debía apurarse. Según sus cálculos, en dos días llegaría una tormenta a la ciudad, cargada de aparato eléctrico.
El Corazón de Chávez presentaba un color muy oscuro, casi negro, y muchas adherencias adiposas que dificultaban su manipulación. El Cerebro de los Perón era frágil, acristalado, pero de dimensiones muy manejables. En la cabeza Abdalaína, sobraba espacio.
Todo parecía perfecto, hasta que la diosa fortuna le jugó una mala pasada a Vinicio. Un súbito giro en el sentido del viento que empujaba la tormenta, algo que Vinicio no había calculado, modificó la polaridad de la carga eléctrica de la misma. El positivo y el negativo se invirtieron. Vinicio, inconsciente de este hecho, conectó los cables, positivo y negativo, de acuerdo a lo planificado. Cada uno en el respectivo borne del cuello del Candidato.
A las 22h18 sucedió. Un rayo de enorme potencia impactó directamente en la antena del domicilio de Vinicio. La criatura, hasta entonces un cadáver inerme, tras 37 segundos de convulsiones y espasmos, abrió su ojo derecho. Se incorporó confundido, formando un ángulo recto con la cadera. Giró su cuello y divisó a su creador que lo miraba orgulloso.
“Te llamaré Rafael, como el Arcángel que Cura las heridas de la Humanidad.”
Nota: para los no familiarizados con el Peronismo, cabe destacar que, previo a la llegada de Perón al poder, Argentina era una de las 10 Economías más prósperas del planeta. Las necesidades de grano y carne de la postguerra, tras la II Guerra Mundial, habían llenado las arcas argentinas con incalculables recursos económicos.
Cuando en 1946 Perón tomó el poder con el cincuenta y seis por ciento de los votos, puso en marcha su más ilustrado aprendizaje autoritario y se dedicó a controlar la prensa, crear un poder judicial adicto, inundar la escuela pública con el culto a su personalidad y dar el visto bueno imperial a bandas de matones para que abordaran los desafíos de la disidencia.
El elemento central en el peronismo eran los trabajadores y sus sindicatos. Perón había creado desde el poder una base social muy amplia. A ello había contribuido la cataclísmica Eva, mujer de radio, buena conocedora de los instrumentos de la agitación y la propaganda.
Una vez presidente, Perón aceleró el proceso, desatando una lenguaraz y onerosa demagogia en favor del sindicalismo (la sensatez fiscal de Perón era inversamente proporcional a la capacidad de sus glándulas salivares), lo que hizo crecer, por ejemplo, a la CGT de trescientos mil trabajadores a cinco millones. El general olvidó la calculadora y se dedicó a subir salarios a diestra y siniestra. Fomentó, bajo el eufemismo de la negociación colectiva, el asalto de los trabajadores contra el capital, dándoles un lugar de privilegio en su organización corporativista del poder.
Las nacionalizaciones, emblemas de una época latinoamericana que casó el nacionalismo político con el estatismo económico, alcanzaron con Perón niveles sublimes. Cuando asumió el poder, un sesenta por ciento de la industria dependía del capital extranjero y un tercio del dinero producido por las empresas salía del país en calidad de remesa extranjera. Pero la confianza internacional en la economía argentina era vista como una forma exquisita de la afrenta imperialista. Por tanto, el general echó mano del gas, la electricidad, los teléfonos, el Banco Central, los ferrocarriles y todo lo que tuviera huella forastera. Acompañó estas capturas destinadas a engrosar el botín patriótico de excitante retórica nacionalista.
La famosa sustitución de importaciones y el control de cambios dejaron a la industria sin poder importar insumos, la falta de competencia secó la energía creativa de los industriales y la inflación, producto de una política de gasto social convertida en una NAVIDAD PERMANENTE, pronto redujo a polvo el pequeño crecimiento industrial producido al comienzo del gobierno peronista como reacción inmediata al keynesiano estímulo a la demanda. Los controles de precios, que habían arruinado a la agricultura, también ataron las manos de la industria.
El gran líder nacionalista redujo la economía nacional, que pocos años antes se codeaba con las más grandes del mundo, a proporciones tercermundistas.
Nota tomada de el libro “Manual del Perfecto Idiota Latinoamericano”
Citas Peronistas:
“El tema del cálculo económico no nos interesa; nosotros proclamamos los derechos sociales de la jubilación del ama de casa; las cuestiones actuariales que las arreglen los que vengan dentro de cincuenta años."
"El hombre es bueno pero si se lo vigila es mejor."
"Primero la patria, después el Movimiento y luego los hombres."
"En la comunidad organizada cada uno tendrá bien definido su papel social por el Estado."
"Antes de firmar un decreto de radicación de capitales extranjeros me cortaré las manos."
"Para los amigos, todo. A los enemigos, ni justicia.”
JUAN DOMINGO PERÓN (ex presidente de la Argentina)