viernes, 13 de marzo de 2009

HUMPTY MARX CARRASCO


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Hace unos días, al subirme a un avión de TAME regresando de Quito, me crucé con el Eco. Carlos Marx. No se trataba de la reencarnación ectoplásmica del escritor de El Capital (debo reconocer que la primera vez que visité el cementerio de Highgate en Londres me sobrecogió el cabezón que preside su lápida), sino del, no menos sobrecogedor, Presidente del Directorio de nuestro Servicio de Rentas Internas.

Encogido y siniestro, como engullido por el asiento del avión, ocupaba el puesto del pasillo en una de las primeras filas. Nadie se sentaba a su lado. Tenía un aspecto tristón, casi melancólico, que me sugirió cierta ternura. No parecía, desde luego, un buen compañero de viaje. Por un momento pensé en bajarme del avión, ante la posibilidad, nunca descartable, de que algún contribuyente asediado por los legionarios del SRI, decidiera hacer realidad velados deseos de venganza, pero el cansancio y las ganas de ver a mis hijos, además de la certeza del clima de sospecha inmediata que mi comportamiento inusual hubiera provocado en el ínclito funcionario, me hicieron desistir del empeño.

He expresado, en más de una ocasión, mi admiración por los funcionarios eficaces, con perfil bajo, administrativos, lúgubres y anodinos, pero minuciosos y eficientes, cuyos ejemplos más notorios se encarnan en las figuras de Elsa de Mena y Carlos Marx Carrasco. En palabras de Carmen Iglesias, miembro de la Real Academia Española:

“Los ilustrados y liberales […] siempre desconfiaron, con razón, de los grandes hombres y de los salvadores de la patria […], que son capaces de arrasar el presente de sus contemporáneos por un imaginario futuro de perfección y gloria […] Tal vez por eso, preferían gobernantes mediocres –en el sentido clásico de capacidad media, de moderación-, que cumplan con sus obligaciones y no espíritus iluminados que creen poseer la piedra filosofal para transformar el mundo según sus propias creencias ideológicas.” (en un próximo post hablaré de un excelente ensayo de esta Sra. Iglesias, desconocida para mí, hasta hace unos pocos días).

Sin embargo, en esta ocasión, quiero hacer patente mi desilusión con unas declaraciones, infelices, por tratarlas con complacencia, de este funcionario. Parece que hace unos días, interviniendo en un foro, organizado por la Cámara de Comercio Española, en Guayaquil, no tuvo mejor ocurrencia que declarar algo así como que SIN IMPUESTOS NO ES POSIBLE LA PROPIEDAD PRIVADA.

Este personaje, de natural desabrido y más bien soso, que cuando fue candidato por una coalición entre el Partido Socialista Cuencano y el MPD, recibió una votación similar a la audiencia que tendría una conferencia en sanscrito describiendo, milímetro a milímetro, las cualidades olfativas de las heces de la mosca tse tse, se aventura , en audaz acrobacia intelectual, por la escombrera del justificativo revolucionario, y, como no podía ser de otra manera, la embarra estrepitosamente. Resbalón, amigo Carrasco, resbalón y de los gordos.

No es que queramos entrar en debates estériles sobre qué fue primero, si el huevo o la gallina, la propiedad privada o los impuestos, pero es que en este caso no existe tal discusión. La propiedad privada nació con el hombre, o incluso antes. Al nido de un ave migratoria, donde cría a sus polluelos y al que regresa año tras año, no lo protege ningún impuesto. La herramienta de sílex que un hombre de piedra forjó para cortar pieles y carnes era suya, en muchos casos hasta la muerte como lo demuestran tumbas prehistóricas, y ese hombre primitivo nunca escuchó hablar de los impuestos del Sr. Marx Carrasco.

No hace falta desplazarse tan atrás en el tiempo. ¿Será que no existe propiedad privada en los países conocidos como paraísos fiscales (donde apenas existen, o no existen, impuestos)? ¿En un lugar como Bahréin, donde no hay impuestos a las sociedades ni a las personas), sus habitantes no son dueños de nada? ¿No poseen vehículos, ropa, electrodomésticos y otros bienes? Patinazo, estimado Carlitos, patinazo de grueso calibre.

La ceremonia de la confusión continúa y los burócratas quieren hacernos creer que son imprescindibles en nuestras apesadumbradas vidas de ciudadanos libres. El intervencionismo del poder político sobre los ciudadanos raya en ocasiones en el delirio. En palabras de la antes mencionada Académica Iglesias, “Vivimos en una especie de Gran hermano político que quiere controlar súbditos obedientes y no a ciudadanos libres”.

lunes, 9 de marzo de 2009

JOSEPH: EL BEATLE REVOLUCIONARIO

El Espíritu pacifista de Lennon
no parece muy contento con el uso caretuco que Correa le dio al Hey Jude

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Llevan parte de razón los que dicen que me gustan los decálogos. Supongo que se debe a la tradición católica bajo la cual fui educado, mezclada con un sentido del orden matemático que observo de forma vocacional. También reconozco una pasión obsesiva por la Historia del Ser Humano, con especial interés por la sociología y la psicología de masas.

De esa afición por la historia y la sociología he podido rescatar algunas reflexiones. Entre ellas, la más evidente es que la política es un mercado como otro cualquiera, donde diferentes empresas (partidos), normalmente en condición de oligopolio, compiten por el favor popular en forma de votos.

Para la política, como para cualquier otro mercado, el mayor problema es que no existe la libre competencia y la información es siempre imperfecta.

Cuando se trata de elecciones presidenciales, además, se da una situación, infrecuente en cualquier escenario de libre mercado: la conocida “suma cero”, donde el ganador se queda con todo y el que pierde no recibe nada. Los intereses creados son, casi siempre, una cuestión de supervivencia. La competencia entre tiendas políticas se vuelve sucia y mañosa y con ello pierde siempre el consumidor, en este caso, el votante.

Actualmente en Latinoamérica contemplamos un fenómeno aún más siniestro: el de la consolidación de dictaduras tapiñadas de partido único canibalizante. Como todo Nacionalismo, se trata de regímenes excluyentes que siguen, a rajatabla, un guión definido en la Europa de los años 30, y que se resume en 10 puntos programáticos (ver video):


1.- Denigrar y disolver las instituciones, comenzando con el Congreso, insistiendo que no representa a nadie. Para ello se hace imprescindible aprovechar la complicidad de los medios de comunicación, oposición natural de la clase política.

2.- Logrado el objetivo y ya instalados en el poder, ataque frontal a los medios de comunicación identificándoles con el poder económico, (en el caso alemán: los judíos).

3.- Identificar el Movimiento con la Patria: La Patria es el Movimiento, la Revolución. Para ello hacer acopio de iconografía nacionalista (en Alemania la Raza Aria), exaltando supuestos valores ancestrales. Revolución, Patria, Líder y el Pueblo deben ser identificados como una misma cosa.

4.- Utilización masiva de la propaganda ocupando todos los medios a disposición para transformar la realidad. Es importante, cuando la oposición reclame por el abuso propagandístico, intentar identificar la “buena” propaganda con el “buen” gobierno indicando que es imposible que una buena propaganda sirva por sí sola para convencer al pueblo soberano.

5.- Hacerse las víctimas de dos maneras: con acusaciones y amenazas continuas contra la prensa, pero apareciendo como líderes benevolentes que aguantan sus infundados y mentirosos ataques; pronosticando los males que vendrán para aparecer como la única solución viable a esos males (curarse en salud: “les aviso que saldrán acusaciones contra nosotros que son parte de una campaña de infamias…”).

6.- Nunca permitir que se cuestionen los decretos de emergencia: la propaganda debe presentarlos siempre como las soluciones imprescindibles para ayudar al pueblo y su revolución.

7.- Se hace necesario engalanar a los líderes con valores (libertad, manos limpias…) y siempre como gente nueva (opuesta al pasado político que siempre se identificará como negativo y nefasto).

8.- Siempre se hablará en términos bélicos (victoria, batalla, derrotar, no nos detendrán…) y de una Revolución sin marcha atrás como la única alternativa que generará el buen vivir soñado (que siempre será un concepto vago, indefinible, poco concreto) cuyo logro (siempre en el futuro) justificará emplear cualquier medio.

9.- La Visión del Líder es única e infalible. Nunca se equivoca y, por tanto, nunca será culpable de nada negativo. Sin embargo, cualquier logro será siempre fruto de su inefable visión de mesías.

10.- Imprescindible generar una urgencia histórica con continuas menciones al cambio, la ruptura, el renacimiento definitivo, la resurrección de la patria, liberación, nueva independencia.

Después de ver el indignante pero lacrimógeno y emotivo comercial del Hey Jude de la Robolución Ciudadana, Joseph Goebbels se sentiría orgulloso. Casi puedo ver una lágrima de satisfacción deslizándose por los angulosos surcos faciales del enjuto publicista nazi al observar el minucioso trabajo de su discípulo más dilecto.

El guión no podría seguirse de forma más estricta: El uso de la iconografía nacionalista no repara en gastos: Ese cuidado silbato de ocarina incaica, la cuarentona (¿cincuentona/sesentona?) entrada en carnes en los portales guayaquileños entonando el Karaoke con el puño en alto, esa pianista Latacungueña en la penumbra solitaria de su voz de soprano, ese grupo lagartero en Quito, al más puro estilo de trío con solista femenina, ese wanabe de Santana satisfecho bajo el puente azuayo, ese informal en la buseta guayaca, el folklorismo de esmeraldas e Imbabura, esos rastafáris de Montañita que hasta huelen a yerba fumada, y por supuesto, no podía faltar, ese cholo amontubiado en su recinto Pedernales, con las gallinitas y el poster de su amado presidente. Impagable. Sólo faltaría ver a George el Solitario entonando las notas del Hey Jude de los Beatles, sin pagar por él, claro, que ese McCartney es un sucio imperialista al que debe salirle plata hasta por las orejas.



Casi no pude contener mi impulso para salir disparado a buscar la primera urna que encontrase y allí depositar mi voto por nuestro amado redentor, no sea que alguien venga a detenernos y no encuentre a un pueblo unido como hermano.

Porque, claro, cualquier otro podría hacer un spot con la misma música solo que poniendo a Jonatán Pincay, hasta el cuello de lodo, atravesando, con sus tres hijos, las revolucionarias vías derruidas, o a José Ignacio Chauvín en Angostura tomando bielitas con su compadre Reyes, o a Carrión el ministro, disfrutando de una ensalada de cheques para desayunar con sus colaboradores, sin olvidarnos de Marisa Tomebamba lesionada por intentar competir en las instalaciones inconclusas del estadio de Macas, y qué decir de las botas militares pisando cuellos en Dayuma, o al ciudadano que hizo dedo al presi, entre rejas el día del padre… todo eso con el coro de los miles de niños a los que el costo de este comercial (difícilmente inferior a $50000 – lo de la multa de $650 es una broma pesada por un comercial de 3 minutos con actores filmado en 35 mm) dejó sin desayuno escolar, entonando ROOOOOBAAAAAAILUSIÓN CIUDADAAAAANA… Hey.. Jude…

Nota Adicional: ¿Por qué será que el mandamucho no eligió la canción “Revolution” para la campaña? Puestos a elegir creo que es la que mejor define el pensamiento de los Beatles acerca de Correa y su Movimiento. Aquí el vídeo con subtítulos. Pueden cambiar Mao por el Ché y todos tan contentos. (Gracias Endivio).



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