
Asambleístas en joviales abrazos. El Comercio.com
Reconozcámoslo, esta norma es una de las muchas emitidas con dedicatoria y lacito en contra de ciertas personas que, nos gusten o no, son Ecuatorianos con nombres y apellidos. En concreto, la ley se dirige al Sr. Fidel Egas y su amazónica televisión, así como a la Familia Isaías y otros grupos relacionados con TC y Gamavisión. Lo curioso es que, tal y como está y de acuerdo a los nuevos textos ya aprobados por los asambleístas, el decreto sería, a todas luces INCONSTITUCIONAL… atenta claramente contra los derechos fundamentales que, además y siempre según el texto de la nueva carta magna, en caso de controversia legal, prevalecen sobre cualquier otra disposición o cuerpo legislativo. De acuerdo al Principio de Igualdad en la Diversidad y No Discriminación:
"Todas las personas son iguales y gozan de los mismos derechos, deberes y oportunidades. Nadie puede ser discriminado por razones de etnia, lugar de nacimiento, edad, identidad de género, sexo, identidad cultural, estado civil, idioma, religión, ideología, filiación política, pasado judicial, condición socio-económica, condición migratoria, orientación sexual, portar VIH, estado de salud, discapacidad, diferencia física o distinción de cualquier otra índole personal o colectiva, temporal o permanente."
No sé si han preferido, de forma voluntaria, dejar fuera de este extenso listado la profesión laboral, o el signo del zodiaco, y con esto justifican que un panadero sagitario pueda ser dueño de un medio de comunicación, y tenga por tanto, más derechos que un banquero, así sea tan sagitario como el panadero, al cual se le prohíbe tal derecho. Según parece, cuando hablamos de banqueros, estamos refiriéndonos a otro espécimen de ecuatoriano.
Gran parte de estas incongruencias se originan en esa irracional pero aparentemente bondadosa norma no escrita por la cual ser pobre es una virtud que debe ser protegida y fomentada, mientras que tener un patrimonio acomodado equivale a ser vil y explotador. En ese pensamiento lo único evidente es la inmadurez del individuo que lo profesa.
Un ejemplo muy claro de irracionalidad lo encontramos en el discurso de ciertos expertos que dicen que lo más destacable del nuevo programa económico es “poner al ser humano como el centro del desarrollo, ratificando la postura del actual gobierno de que el país vivió una larga noche neoliberal a través del modelo económico de libre mercado”.
Es absolutamente incongruente que el centro del desarrollo sea el ser humano, el individuo, y decidamos eliminar el liberalismo y estatizar la economía. De nuevo nos encontramos con un ejemplo más de cómo el folklore y las creencias dominan a la razón y los hechos contrastados.
Aquí la insensatez proviene de una definición estúpida del mercado. De acuerdo al tercermundismo mental que impera en el pensamiento oficialista, el mercado se visualiza como un grupo de empresarios, todos ellos de origen caucásico, más bien adiposos, con cierta tendencia a la alopecia quienes, impecablemente enternados, mientras disfrutan de un humeante cigarro acompañado de extravagantes copas de coñac francés, desde una oficina enmaderada con muebles clásicos y paredes repletas de representaciones pictóricas de sobrias y británicas escenas cinegéticas, posiblemente situada en algún rascacielos, se dedican a observar con desprecio a los humildes consumidores quienes, invariablemente, caen en sus diabólicas redes.

Escena cinegética que seguramente tiene Fidel Egas en su Oficina
Dejemos de lado el barroquismo escénico y pongamos claro, de una vez y para siempre, que el mercado no es otra cosa que la suma de millones de seres humanos tomando decisiones libres, realizando intercambios voluntarios y pacíficos con otras personas, en un entorno donde todos estamos obligados a respetar a los demás, sus posesiones (propiedad privada) y sus compromisos (contratos). El mercado es la democracia en su expresión máxima: el poder del individuo, la libertad para elegir. Cada individuo, cada día,en todo momento, tomando decisiones en libertad. De ahí el odio acérrimo que el Economista Correa le tiene a la DEMOCRACIA EXCESIVA: es la expresión máxima del mercado que tanto aborrece.
El cuento del grupo de caucásicos tomando decisiones por el resto de los ciudadanos, lejos de ser una representación remotamente válida del mercado, es lo más parecido al buró político que pretende gobernarnos. Lo demás: las pamplinas bienintencionadas y las normas ampulosas que nos endosan los constituyentes, no son otra cosa que recortes de nuestras libertades.
No entiendo por qué seres racionales que si tuvieran que someterse a una operación a corazón abierto preferirían 100 de 100 veces ponerse en manos de un cirujano, a ser posible con un alto grado de experiencia en operaciones similares, antes que en manos de José Francisco Cevallos, por muy buen arquero y mejor persona que sea, delegan la definición y redacción de la Carta Magna del país a un grupo amorfo pero representativo de indocumentados siempre listos para alzar la mano, por mucho sentido común y buenas intenciones de las que dispongan. Supongo que, bajo el mismo criterio, cuando sintamos que nuestro carro pueda tener una avería, lo haremos llevar a la cartomante más próxima para que nos entregue una pócima mágica que lo arregle.