Freida Pinto, una razón más para ver "Slumdog Millionaire"
Tenía mis dudas sobre cómo retomar el blog en el 2009. Por lo visto hasta el día de hoy, nuestro adorado mandamucho no va a desadefesiarse o modificar sus hábitos ni un tantito así con la llegada del año nuevo. Los que hemos seguido con atención su hoja de ruta, observamos con preocupación pero sin sorpresa, que la rectificación, popularmente ligada a la sabiduría, no entra en los planes del candidato en elección permanente. Sumergido en las turbias aguas de su mesianismo, ni tan siquiera el recorte abrupto de la chequera del Estado servirá para compensar la inflamación arrogante del ego presidencial. Si Correa resultaba antipático y pedante con plata, la falta de recursos no hará sino sobrecocinar la receta con el indigesto ají de la volatilidad explosiva que provoca la desesperación. Paseando por las peligrosas llanuras del Serengueti, creo que cualquiera prefiere encontrarse al león amodorrado y perezoso que acaba de comerse a una cebra, antes que a uno hambriento y desesperado por alimentarse.
Política patria aparte, quería compartir con todos los lectores una pequeña gran joya del cine que pude ver durante el feriado: “Slumdog Millionaire”.
Hace unos días que la vi, y sigo maravillado por este majestuoso himno a la vida que apuesta, sin complejos, por valores eternos como la determinación, el ingenio, la perseverancia, el amor y la libertad.
La explotación, la crueldad, y la vileza, son retratadas sin tapujos en una película que, sin embargo, es un canto de optimismo y actitud ante la vida.
Alejándose de las poses amaneradas de la tradicional glorificación virtuosa de la pobreza a que nos acostumbran en nuestro medio, los protagonistas de Slumdog Millionaire son supervivientes que no esperan que alguien venga a solucionarles la existencia. A pesar de su “infortunado” destino, no se atisba en ellos un ápice de resentimiento social ni envidia de clases. No pierden el tiempo con lamentaciones: aprovechan el momento y cada experiencia, por atroz que pudiera parecer, termina por servirles para triunfar en el juego de la vida.
Cómo anécdota interesante: a los niños que actúan (magistralmente por cierto) en Slumdog Millionaire no se les pagó con dinero: la compañía productora se hace cargo de sus gastos de escolarización hasta que cumplan los 16 años y sólo en ese momento, si han obtenido un rendimiento académico bueno, se les entregará una cantidad de dinero como honorarios por su actuación. De esta ingeniosa manera se evita esa lamentable argucia de explotación infantil que ciertos padres de niños actores practican con sus hijos.
Disfruten Slumdog Millionaire sin complejos ni predisposiciones. Déjense llevar por la narrativa, la fotografía y la siempre emocionante historia de la fuerza de la vida.