martes, 3 de noviembre de 2009

GULAG CORREÍSTA


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Leí Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn, hace apenas un año. Un libro durísimo, de agobiante realismo, en el que el autor relata su propia experiencia frente a la tortura y el colectivismo, cuando el régimen soviético decidió que para terminar de implantar la Revolución había que destruir o convertir a los disidentes a las bondades del estatismo.

Recuerdo la descripción de las detenciones arbitrarias, cuyo principal objetivo era obtener el sometimiento de la población mediante una demostración inequívoca de poder: dejar, muy claro, que las autoridades tenían la potestad de secuestrar, torturar y disponer de las vidas de cualquier ciudadano sin necesidad siquiera de justificar motivo alguno. Primero se detenía para luego obtener "confesiones" sobre falsos delitos mediante torturas atroces, amenazas a familiares y encarcelamientos en regiones inhóspitas y remotas en condiciones de esclavitud infrahumana.

Recuerdo cómo me impresionaron las descripciones de los actos de personas "normales" que terminaban aprovechando su posición de poder como comisarios políticos, fiscales o jueces revolucionarios, para ejecutar deplorables venganzas personales o satisfacer sus vicios más rastreros. Enviar a prisión a un hombre inocente para obtener favores sexuales de su esposa; conseguir confesiones, bajo tortura, de delitos cometidos por ellos mismos, se convirtieron en episodios habituales. Observando al líder estableciendo pautas arbitrarias de totalitarismo salvaje, los seguidores no tardaron en encontrar formas de dar rienda suelta a sus mezquinos apetitos de poder.

Hace tiempo que sostengo que los exabruptos, las ofensas y el discurso disociador correísta son eventos calculados, acciones dirigidas con objetivos inequívocos de amedrentamiento de la población. No se trata de episodios aislados e inconexos, fruto de la irascible personalidad del inquilino de Carondelet. Son demostraciones de abuso de poder y, sobre todo, ejercicios públicos de impunidad en la acción de Gobierno.

Se trata de mensajes lanzados tanto a partidarios como a detractores, pero también, son pautas de comportamiento indelebles para cualquier pelafustán con ánimo de meritorio que ostente un cargo público en la Revolución Ciudadana. Ante cualquier ejercicio de autoridad, el funcionario sabe que, por encima de cualquier consideración sobre verdad o justicia, se encuentra el agrado presidencial, ese guía que todo lo ve y todo lo sapea y que no dudará un sólo instante en lanzar sus iras despiadadas en tu contra si se le antoja que tu actuación de brazo ejecutor de la Revolución se ha realizado alejada del goce espiritual del mandamucho.

Ante tal circunstancia, al igual que sucedía en la Unión Soviética Stalinista, no resulta inconcebible encontrarnos con burócratas de medio pelo, fístulas purulentas cuyo único mérito para ejercitar el cargo es su juramento de amor incondicional al régimen; quienes, adoctrinados desde las borreguiles oficinas de la Gobernación, sean capaces de inventar acciones separatistas para ordenar la prisión preventiva de unos ciudadanos que ejercitaban su derecho a la libertad de expresión pacíficamente.

Mientras tirapiedras, quemallantas y perdigoneros reciben acomodo y viandas del chef Belga en el salón amarillo del palacio presidencial, los que, en un ejercicio de civismo, deciden usar la palabra y unas pancartas (para evitar el deterioro de la propiedad pública) son esposados y encarcelados.

Los "estudiantes" quienes, embozados y siguiendo las consignas de sus instigadores MPDistas, apedrearon, apalearon e hirieron a miembros de la fuerza pública, son recibidos entres sonrisas por el ministro de su cartera y, sin embargo, dos jóvenes sufren prisión por declarar su desagrado contra un supuesto servidor público.

Cualquier ratero que robe pertenencias por un valor inferior a $600, no es acusado de delito alguno; asesinos, secuestradores, sicarios y delincuentes de toda ralea se pasean impunes por las calles amedrentando a los ciudadanos, mientras fiscales y miembros de la fuerza pública ocupan su tiempo en inventarse patrañas separatistas para meter en un calabozo a dos ciudadanos quienes no han realizado ningún acto de violencia contra la libertad, vida o propiedad de ningún otro ciudadano.

El camino hacia el totalitarismo está trazado. Aquel que quiera negar la evidencia y tapar el sol con un dedo, que se lo mire porque apesta a chicharrón quemado.

Siempre habrá eunucos mentales dispuestos a justificar estas acciones haciendo comparaciones con atrocidades cometidas por gobiernos anteriores. Macilentos incapaces, de ética mezquina, fariseos del civismo que en el pasado rasgaban sus harapientas vestiduras, y hoy lucen travestidos en cómplices de la violencia de Estado, cegados por la inquina y el revanchismo, que apoyarán infamias como la arbitraria e ilegal detención acontecida en días pasados en la gloriosa Perla del Pacífico. Son los perros lenguafuerados del correísmo, embrutecidos por la ruindad de su servilismo, los auténticos culpables del Gulag que se avecina... es curioso que esto suceda en coincidencia con una visita a Rusia del bravucón de las blusas bordadas... serendipias del destino...

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