jueves, 24 de julio de 2008

LAS BARBARIDADES QUE DESCUBRIÓ EL PRESIDENTE CORREA.

El Bárbaro y Sus Barbáricos Secuaces


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Aún conservaba fresca en mi retina la imagen de Alberto Acosta, el día de su cumpleaños, ataviado de sombero Charro, bailando ardorosamente con una Asambleísta de patria altiva y soberana, celebrando la aprobación de los textos constitucionales mientras, el corcho Cordero, desde prudente distancia, sonreía dando saltitos y palmas en alegre corrillo, junto a otros oficialistas. Casi podía escuchar los juveniles tonos de la banda sonora de Happy Days (Sunday, Monday Happy Days… lala, lala, lala, lá) mientras los alzamanos metededos (pues parece que esa era realmente la forma de votar: pulsando un botoncito con el dedo) mostraban su orgullo y algaravía por un trabajo bien hecho.
Eso fue, claro, antes de que el presidente, afanoso por incrementar su abultado listado de agravios, groserías e improperios, y viendo agotado su listado de enemigos de la revolución, apuntase las mirillas de su afilada lengua en la dirección de su propia casa, tildando, sin dar nombres eso si, de “infiltrados” a veinte de los leales. No contento con esta acusación, con el inconformismo propio de un niño caprichoso que siempre quiere salirse con la suya, y siguiendo esa costumbre tan correista de lanzar la piedra mientas esconde la mano, aprovecha la complicidad de radio Tropicana para asegurar que:

“Hay artículos que tienen fallas horrorosas que ya las hemos comunicado al Presidente de la Asamblea y se van a rectificar..." “… han puesto algunas barbaridades que tendrán que ser rectificadas…”.

¿Barbaridades? ¿fallas horrorosas? Juraría haber escuchado de boca del Presidente, y no hace tanto tiempo, que la constitución que saldría de Montecristi iba a ser de avanzada, una especie de locomotora imprescindible que, con su impulso, nos sacaría, más temprano que tarde, del subdesarrollo. En Kafkiana metamorfosis, esa locomotora se ha transformado en un carromato de lentos bueyes castrados arrastrándose pesadamente al chasquido del violento latigazo que impone Conan El Bárbaro.

¿Y cómo ha sido esto posible? ¿No había ganado, perdón BARRIDO, el oficialismo en la elección de Asambleístas? Que yo recuerde Alianza País, o Movimiento País, o Acuerdo Pais, Patria Altiva i Soberana, o como quiera que intenten denominar eufemísticamente a lo que en la práctica ha demostrado ser uno más de tantos PARTIDOS POLITICOS, tiene mayoría en la Asamblea. Ahora parece que aquellos candidatos, que al momento de elegirlos para llenar las listas, eran ejemplos vivos de gente buena, almas caritativas que no dudaban en sacrificar, diezmando de su propio peculio, el pan de sus hijos por financiar el PARTIDO, resultaron, en realidad, seres de incalculable vileza, capaces de venderse por un plato de menestra, fieros y crueles aliados de belcebú, bárbaros peludos a las puertas del imperio.

En lugar de enviarnos doctas eminencias a Montecristi, o, como secrétamente aspirábamos, gente noble de poco nivel pero cierto sentido común, parece que Correa eligió para sus filas hordas salvajes de bárbaros, infiltrados y chaqueteros.

Imagen de Constitución ágil y dinámica...
Intrigado por conocer cuales son las barbaridades atroces del nuevo texto constitucional, decidí hacerme con un ejemplar. En lugar de encontrarme con un elegante manuscrito, de ágil lectura y aplicación práctica, me topé con un pesado volumen, obeso y pringoso que sudaba excesos lingüisticos y padecía de articulosis múltiple. Mirarlo me recordaba a Java the Hut, aquella grotesca y adiposa criatura de El Retorno Del Jedi de la saga Star Wars. Si nos atreviéramos siquiera a abrirlo, quedaríamos paralizados en carbonita, como Han Solo, incapaces de progresar, por toda la eternidad.
Sin duda, desde afuera, sin siquiera haber abierto la primera de sus páginas, ese amorfo compendio de dictados voluntariosos, ya merecía el calificativo de Bárbaro.
“No juzgues a un libro por su cubierta”, me dije, y aguantando la respiración para no olfatear el nauseabundo hedor que emanaba de los restos de placenta que el Sr. Alexis Mera, en su papel de inexperta comadrona del parto constitucional (tal y como lo describe magistralmente Jorge Vivanco en su columna del 24 de Julio en el Expreso) había olvidado retirar, procedí a leer el primero de sus artículos:

Art. 1.‐El Ecuador es un Estado constitucional, social y democrático de derechos y justicia, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico. Se organiza en forma de república y se gobierna de manera descentralizada. 


¿Estado “Social”? ¿Qué significa eso? ¿Acaso es posible uno “no social”? ¿No será que quisieron decir SOCIALISTA, pero luego les pareció un poco fuerte y, posiblemente, restante de votos? ¡Qué barbaridad!
Sigamos: ¿“democrático de DERECHOS”? Aquí debe haber un error: será de DERECHO, es decir, sujeto a leyes. ¿Qué es esto de “de derechos”? ¿Excluyente de los “izquierdos”? Lo de democrático da un poco igual sabiendo que Correa ha declarado que Cuba es un ejemplo de democracia, o que está en contra de la democracia excesiva, así que incluso sobra el adjetivo. ¿“Intercultural, plurinacional”? ¿Qué tontería es eso de la “interculturalidad”? ¿Por qué gastamos tinta en huecas obviedades? Ahora resulta que somos una “Nación de Naciones” una especie de Unión Europea a la criolla y en microcosmos. ¿Y cuáles son esas naciones? ¿Cómo se definen sus fronteras territoriales?¿Naciones con derecho a autodeterminación y legislación diferenciada? Ojo con este asunto de la plurinacionalidad que puede tener consecuencias impredecibles.
 
Lo de gobernar de forma “descentralizada”, lejos de significar un avance autonomista, ya nos dijo el presidente que consistía en hacer gabinetes itinerantes, en plan circense, montando una matiné cada sábado en un lugar diferente de nuestra geografía.

Me levanté del suelo con varias vértebras adoloridas tras haberme caído de espaldas, cual Condorito. Cuanta razón tiene Rafael, pensé: en verdad se dicen barbaridades en este ladrillo.
Para no alargar el cuento, les dejo que piensen en estas 5 por ejemplo:

Barbaridad 1: Decirse Descentralizador recentralizando competencias antes descentralizadas como Aeropuertos, Registro Civil, Puertos, o Agua Potable.

Barbaridad 2: Decirse descentralizador y para hacer efectiva la descentralización inventarse un “Sistema Nacional de Competenciascentralizado desde donde se asignarán las rentas. Curiosa , imaginativa y paradójica forma de descentralizar centralizando.

Barbaridad 3: Declararse defensor de los derechos ciudadanos y, al mismo tiempo, atentar contra el derecho a la propiedad privada, primordial del individuo, inventándose extraños conceptos de propiedad y supeditando todos ellos a una imaginativa y arbitraria función social.

Barbaridad 4: Declararse defensor del comercio justo y meter en el artículo 333 que “El Estado regulará, controlará e intervendrá, cuando sea necesario, en los intercambios y transacciones económicas”, o sea que mañana, si Ud. quiere comprarse un helado de chocolate, el Estado puede considerar necesario estimular la producción de Frutilla e intervenir bloqueando el momento que ud. le da al heladero los 50 centavos que le cuesta su postre.

Barbaridad 5: Declarar "anormal e indecente" al presidente electo democráticamente por el pueblo de Colombia, o definir a Cuba como una democracia, y ser incapaz de definir como Terrorista a una panda de asesinos desalmados que encadenan a un arbol, por 10 años, a un ser humano.

La constitución que parieron en Montecristi, Sr. Presidente, es bárbara porque lleva los barbáricos genes del padre que la concibió...

Nota: Link a interesantes comentarios del Asambleísta Pablo Lucio Paredes, votante del NO.

martes, 22 de julio de 2008

EL EXTRAÑO CONSULTORIO DEL DR. RAFAEL CORREA

Debería haber sospechado algo al ver el póster de Hugo con Evo....

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Antes que nada, debo aclarar que la naturaleza fue generosa conmigo y me regaló una genética robusta y resistente que me ha permitido, hasta ahora, llevar una vida licenciosa llena de vicios y excesos exentos de privaciones. Desconozco lo que es una dieta, no me canso de fumar, no existe licor en el mundo que no haya catado y, en lo tocante al sexo: mucho, pues considero que la cantidad es la única garantía de encontrar calidad.

Con semejante currículum a mis espaldas, no me sorprendió cuando el Dr. Freeman, un reputado hepatólogo, me advirtió que mi hígado daba muestras de fatiga terminal y debía plantearme el trasplante como algo inevitable en mi futuro a corto plazo. Después de varios análisis, dictaminó que, lo mejor sería que aplicara una dieta rigurosa y blanda, sin grasas ni dulces, prácticamente alimentándome de ligerísimos caldos vegetales, y, aún estos, con moderación. Me recetó un sinfín de pastillas y, a pesar que dejó un resquicio a la esperanza, me instó a que me fuese preparando mentalmente para admitir la idea del trasplante.

Compungido, apesadumbrado y entristecido, salí del consultorio del Dr. Freeman. Me disponía a regresar a mi domicilio, cuando mi espíritu guerrero y positivo, me hizo cuestionar el diagnóstico del Dr. Y buscar una segunda opinión. Había escuchado hablar del Dr. Belt, un médico joven, idealista y carismático, que estaba ganando clientela a marchas forzadas. No fue sencillo conseguir cita, pero mis legendarios encantos encandilaron lo suficiente a Aminta, la enfermera/secretaria del Dr. Belt, para que ubicara un hueco en la apretada agenda del buen profesional de la medicina. Su impresionante diploma de la Universidad de Illinois presidía, junto a uno algo menos lustroso de la Universidad de Lovaina en Bélgica, la pared principal del consultorio.

Al principio, el estilo apelotonado y poco consultivo del Dr. me inspiró cierta desconfianza, pero su brillante locuacidad opacó mis dudas vespertinas. Hablaba y hablaba mientras revisaba atropelladamente mi historial.

“¡Ajá! ¡Aquí está! ¿Ud. viene del consultorio del Dr. Freeman, verdad?”

“Pues, si…”

“No me diga más. Ese matasanos sigue la corriente maldita del neobiologismo gringo que, como todo el mundo sabe, es la culpable de los males hepáticos que sufre el país. Todos sus problemas son culpa del Dr. Freeman y su bobodietismo que daña hasta el hígado del más pintado. Ya estamos preparando un nuevo directorio en la Asamblea del Colegio de Médicos para desterrar para siempre a esos traidores a la profesión."

Quise explicarle que, para ser sinceros, yo nunca había usado las recomendaciones y recetas del Dr. Freeman, pero no me dio chance a interrumpir su acalorado monólogo.

“Ud. no se preocupe. Yo tengo la solución a su problema. De momento incremente la dosis diaria de tocino, embutidos de chancho y res, guatita, casquería en general, salchicha seca y en caldo, cambie el aceite de oliva por mantequilla derretida o manteca de cerdo, y no olvide incrementar su ingesta de natas, cremas, chocolates, bollería industrial, e hidratos…¡ah!, y huevos, no se olvide de ingerir muchos huevos, no vayamos a quedarnos cortos de colesterol. En cuanto al alcohol, su problema reside en su desprecio por lo nacional. A partir de hoy, eso cambia: prepare varios litros de este coctel a base de pájaro azul guarandeño, puro de gallina ambateño, chicha de jora (asegúrese que es de la masticada en boca y no de la machacada en mortero), zhumir y trópico seco. Una jarra en ayunas, y otra con cada ingesta de comida. No se olvide de rematarlo todo con café, mucho café, algunos helados, quesos grasos y buenos habanos.”

¡Guau! Este es el Dr. que necesito. Alguien con ideas revolucionarias respaldadas por un título académico de los Estados Unidos, me dije, y con renovado optimismo me puse en sus manos.

Después de unos días donde el subidón de azúcar y la alegría que produce el exceso me mantuvieron dopado en una euforia permanente, empecé a sentir algunas molestias, seguidas de vómitos, mientras mi piel iba adquiriendo un alarmante tono mostaza. Un buen amigo decidió llevarme a hacer unos exámenes independientes a un conocido laboratorio. Los resultados eran desastrosos. Inmediatamente acudí donde el Dr. Belt.

“Estas son las mentiras típicas de los laboratorios auspiciados por el Dr. Freeman que sólo quieren basarse en estúpidos datos estadísticos. ¿Quién le ha dicho a Ud. que el colesterol por encima de 500 es malo? Eso son habladurías, además no todo es colesterol o triglicéridos, la salud de un ser humano debe medirse en términos de felicidad mental y placer, que son los verdaderos índices de salud… En cualquier caso, veo que hemos llegado muy tarde y todas las malas prácticas a las que le sometió el Dr. Freeman han hecho imposible mi labor de rescate del hígado. Intenté recuperarlo con toda mi buena intención, pero ese bribón y sus dietas habían causado daños irreparables. Sólo queda el trasplante. Pero no se preocupe. Tengo una herramienta infalible ideal para este tipo de cirugías. Cortamos el abdomen con una sierra…”

“¿Una sierra? Pero Dr., estoy seguro que he leído que eso se había dejado de usar ya porque destroza las células epiteliales impidiendo la cicatrización, y el paciente termina muriendo desangrado.”

“¡Embustes!”- me interrumpió molesto- “¡Esas son majaderías inventadas por los neobiologistas! Por idiotas como Ud. que se dedican a repetirlas es que hemos llegado a la crisis hepática que tenemos hoy… Además, los casos que no funcionaron en el pasado ocurrieron porque la herramienta no estaba modernizada. La que yo uso es esta sierra del SIGLO XXI. Tiene un motor de gasolina, venezolana por cierto, de más de 100 caballos…”

Un chirriante ruido, ronco y decibélico, inundó el consultorio cuando el Dr. Belt arrancó, de un certero cadenazo, la sierra motorizada que todavía conservaba restos de sangre en su filo. En hábil maniobra, la alzó orgulloso y altivo, mientras, sin apenas disimular su sadismo en una mirada hasta entonces sólo vista en el Lorenzo Ponce, gritaba en voz alta: “¡Socialismo o Muerte!, Sr. Ecuador. ¡Hasta la victoria siempre, compañero!”


lunes, 21 de julio de 2008

INFILTRADOS EN ALIANZA PAÍS


¿A donde mira el Presi?


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Se notaba nerviosismo en el interior del despacho presidencial. Las noticias transmitidas por Alexis desde Ciudad Alfaro no eran buenas. Ha pasado la media noche, y no sólo no se han terminado los debates: ni siquiera hay preámbulo constitucional.

Mientras observaban la soporífera retransmisión del pleno de la Asamblea, en directo por Ecuador TV, los ojos enrojecidos de ira contenida del Number One asustan al reducido grupo de number twos, threes y algún four que forman el buró.

“¿Cómo es esto posible? ¡Estamos quedando como el Cul...beeep! ¡¿Qué hacen esos caraever...beep?, ¿por qué no terminan ya?! ¡Ricardo!: ¿no les mandaste los textos que nos envió Roberto Viciano desde España?”

“Tranquilo Presidente, no te alteres.” Vinicio se acercó con una tacita humeante de agüita de manzanilla. “Ya le hemos pasado la consigna al Corcho con la solución: Si esto termina a las 10 de la mañana, pues les damos hasta el 24 a las 10 para leer los textos antes de la última votación. Así seguimos cumpliendo con los plazos que nos pusimos.”

Rafael arqueó su ceja izquierda y apretando los labios en gesto torcido, miró de reojo a Vinicio y esbozó una ligera sonrisa. “Menos mal que estás en todo, primo Vini. ¿Se dan cuenta, compañeritos?” –increpó al resto de los miembros del buró que aún contenían la respiración- “Esto es lo que necesito. Gente creativa que aporte soluciones. No puedo hacerlo todo yo sólo.”

Los buróCRATAS soltaron la tensión que les atenazaba en un bufido casi simultáneo. “Claro, Presidente, estamos en ello” dijo uno, “No te preocupes, yo ya había pensado en algo parecido”, mintió en voz alta otro.

“Ya, ya… Vinicio: dile a tu hermano que venga que quiero ir preparando la cadena radial de mañana.”

“Enlace, Presidente, enlace…”

“Eso, eso: Enlace. Qué venga con el lápiz afilado, que tengo algo en mente que deseo depurar…”

Y llegó el enlace y nos enteramos todos: en la bancada de Acuerdo País hay INFILTRADOS.

¿Infiltrados? En mi inocencia pensé que, de tanto alzar la mano al ritmo vertiginoso del corcho, algún patriota asambleísta se había lesionado en la maratónica última sesión y, al estilo de los futbolistas que aman la camiseta y deciden, aun a riesgo de provocar lesiones más graves, jugar “infiltrados” antes que perderse una final, alguno de ellos habría recibido este tratamiento de choque para no abandonar su curul en estos cruciales momentos.

El presidente siguió: son como 20…

¿Veinte? ¿tantos lesionados? Pues sí que es grave. Ya lo habíamos avisado, sin la adecuada preparación aeróbica iba a ser complicadísimo aguantar el ritmo. Que les den un par de refriegas de ungüento y todo arreglado. Serán quejicas… Pues va a resultar que no era eso. Que son infiltrados de otro tipo. Como en la película de Scorsesse, ataviados a lo DiCaprio, chaquetillas de cuero de Quisapincha y toda la parafernalia, el presidente ha detectado que veinte de los, hasta ahora, considerados leales, son en realidad, enemigos de la Revolución.

El ringtone de Macho, Macho Man con el que había intentado inspirarse para votar a favor del matrimonio gay sonó insistente en el celular de uno de los asambleístas del oficialismo.

“¿Has oído al Presi?” increpó una voz.
“Si hermano. ¿Tú crees que hable de nosotros?”
“De mi imposible, yo soy leal, inquebrantable. “
“¿Pero, no votaste a favor de lo del ketchwa?”
“¿No era esa la posición oficial?”
“No estoy seguro.”
“¿Y lo del orgasmo? ¿Qué votaste tu en eso?”
“Pero, ¿Eso fue a votación?”
“No sé. Llevo un mes que no recuerdo nada. Creo que tanto café me está afectando.”
“¿Y quién serán esos 20?”
“Te tengo que dejar, tengo otra llamada en espera, creo que es Rosanna.”
“Ni se te ocurra responder, acuérdate que Ricardo y el Busta lo graban todo y esa está en la lista fijo con la Dianita.”
“Llevas razón. Mejor me hago el loco. Si averiguas algo más me avisas. No puedo más: llevo con el mismo calzoncillo desde hace 3 días. Ya parece una segunda piel.”
“Qué me vas a contar a mí, compañero, qué me vas a contar.”

Todo este rollo de los infiltrados resulta demasiado familiar. Se dio en casi todas las autocracias totalitarias que, a lo largo de la historia, se han intentado implantar en el mundo. Cada una con sus particularidades más o menos violentas, pero en todas, inevitablemente, la megalomanía del líder siempre termina viendo traidores en sus filas. Suelen ser, además, objeto de las peores venganzas y revanchas. Si hay algo que el totalitario no admite es ver como un sujeto que creyó afín, fiel a sus dictados, un depositario de su confianza y anhelos, se vira un solo ápice o no hace los sacrificios que exige la Revolución.

Los ejemplos son innumerables: desde los tiempos del imperio romano, pasando por el nazismo alemán, el fascismo italiano, el franquismo en España, las checas stalinistas, los salvajismos camboyanos, los terribles ejemplos caribeños de Haití o Cuba, y los escalofriantes casos cono-sudistas.
Los ejemplos más atroces se dieron en África, con monstruosidades como las de Idí Amín (tan magistralmente enfocadas en El Ultimo Rey de Escocia), o el actual y vergonzoso caso de Robert Mugabe (siniestro personaje con quien Chávez no duda en abrazarse sin pudor alguno).

No creo que en este caso se llegue a tanto, pero existe verdadero temor en las filas Aliancistas, donde ya empiezan a señalarse unos a otros con el dedo y circulan tanto listas de posibles candidatos al cadalso, como listas Schindler para la salvación de los arrepentidos.

Lo más extraño de todo es que el Presidente Correa se reserve dar los nombres de los INFILTRADOS hasta el momento de la victoria del Sí. ¿Por qué no dar los nombres ahora? Sin duda quiere aprovechar los últimos esfuerzos de los 20 infames en la campaña que se avecina. Soltando la amenaza ahora, todos querrán demostrar que ellos no son los perversos infiltrados dando hasta la última gota de sangre en la campaña. Además, como viene siendo habitual en el Presidente, la calculadora electoral indica claramente que un acto autoritario de defenestración de leales tendría serios efectos negativos en el electorado indeciso, o incluso en el voto aborregado de cierto sector de la clase media que, hasta ahora, se ha mantenido cegado por el brillo de la elocuencia del Presidente y se niega a creer que tras las manos limpias y los corazones ardorosos, se oculte la suciedad de una agenda hacia la implantación del totalitarismo castro chavista en Ecuador. ¿De qué otra manera se podría explicar la espera hasta después de la victoria? Cuanto cinismo.

Postdata: ¿Se atreve el avispado lector del blog, a esbozar los nombres de algunos de los asambleistas infiltrados? A ver si entre todos acertamos con los 20.
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