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El infeliz legajo de Ciudad Alfaro esconde entre los 444 pliegues de su impresentable guata, deshonrosas contradicciones que llevan el germen del fracaso estrepitoso en su misma génesis. El bienintencionado propósito de permitir el acceso a la educación superior de calidad a todos los ciudadanos, sin reparo de su condición económica, se compromete irremediablemente con la promesa de una falsa gratuidad universal. La insensatez de los nuevos padres de la patria, sin el amparo de un reposado análisis técnico, cambalacheando la realidad del país por la demagogia populista del electoralismo puro, les ha llevado a santificar la gratuidad de la educación superior.
No recuerdo cuanto tiempo lleva siendo gratuita la educación básica. Posiblemente tanto como lleva secuestrada en las corruptas zarpas del MPDismo. Lo que no necesito recordar, porque es una realidad tristemente palpable, es la calidad infame de la misma. Los propios Asambleístas, con sus intervenciones y propuestas, se muestran empeñosos en revelarnos que son víctimas directas del paupérrimo nivel académico de nuestras escuelas.
No nos engañemos: la Educación pública no es gratis. La pagamos entre todos, incluyendo aquellos que no hacen uso de ella, que es algo muy distinto a la gratuidad. Los maestros, por muy patriotas que sean, no imparten gratis sus clases, los fabricantes de pupitres y pizarrones no regalan sus productos por amor a la bandera, los insumos necesarios para construir las aulas, no se producen por generación espontánea. De algún sitio tendremos que conseguir los recursos para financiar esta constitucional carga adicional en el presupuesto del Estado. Ese incremento sólo puede financiarse de dos maneras: reduciendo las partidas en otros sectores (salud, vialidad, seguridad, subsidios, bono solidario, vivienda, infraestructuras, etc.) o incrementando los ingresos (más impuestos o más deuda). El primer escenario es impopular, por lo tanto este gobierno nunca lo aplicará. ¿Cuántos votos perderían si declarasen que, para que el sobrino de algún comerciante pueda ir gratis a la Universidad, tienen que subir el precio del gas, o eliminar el bono de la pobreza? El escenario del incremento de ingresos es muy complicado: la Nueva Constitución es terriblemente restrictiva a la hora de permitir el endeudamiento público, así que esa vía casi queda cerrada. Subir los impuestos es siempre inflacionario y complejo.
EL FUTURO QUE VIENE, AUNQUE GANE EL NO
Lo más probable es que, en caso de aprobarse este texto constitucional, nos enfrentemos a la siguiente realidad: El Gobierno incrementará los impuestos a la compra de bienes suntuarios (alcohol, tabaco) pero no mucho, que ya se sabe lo impopular que resulta subir el precio de la bielita bien helada; se inventará una tasa que deberán cancelar las Empresas, y subirá los impuestos a los pelucones, quizás incrementando tarifas eléctricas o telefónicas a ciertos sectores, o incluso, obligando a que los estudiantes que se puedan costear una educación pagada, subvencionen a los públicos con un incremento en sus pensiones.
Como, incluso de esa manera, resultará muy difícil financiarla, utilizarán los subterfugios legales que ya han incluido en la Constitución, precisamente con este objetivo de reducir los costos. Lo primero, bajo la excusa de exigir un rendimiento académico de excelencia, someter a los candidatos a un proceso de selección complejo, un estrechísimo cedazo, que realice una criba mayor a la ejercida actualmente. Lo segundo, reducir la calidad de la enseñanza con profesores baratos pero, eso sí, bien adoctrinados en impartir las bondades de la Revolución Ciudadana. El tercer subterfugio, el más atroz de todos, LIMITAR LAS OPCIONES DE LOS UNIVERSITARIOS con la excusa de cubrir las necesidades del Plan de Desarrollo. Sólo habrá plazas disponibles de acceso a la educación superior gratuita para cubrir lo que unos cuantos funcionarios estimen que necesita el país. Un reducido grupo de burócratas, encabezados valerosamente por el Presidente de la República en una más de sus nuevas pero nada hiperpresidencialistas funciones, decidirán cuantos médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, físicos, matemáticos, informáticos, veterinarios, docentes, economistas, filólogos, farmacéuticos, químicos, historiadores, investigadores y profesionales en general son requeridos para el buen desempeño de la Revolución Ciudadana y todos aquellos que quieran hacer algo diferente, no disfrutarán de gratuidad alguna porque, sencillamente, no incluirán otras carreras en las instituciones públicas. Olvídense de la vocación, el pragmatismo del dogma socialista determinando las necesidades del bien común se impone sobre la libertad de elección. Los Ungidos, esos ególatras iluminados, saben lo que le conviene a cada uno de nosotros y por ello NOS LO IMPONEN. La patria exige sacrificios valientes a sus jóvenes. ¡Qué vergüenza siquiera haber pensado en labrarse una carrera como cirujano plástico! El cambio de época no necesita de siliconas. Eso es de pelucones: la mujer revolucionaria exhibe orgullosa la flacidez de su madurez.
Debemos añadir, aún a riesgo de parecer alarmistas, que el pensum universitario también dependerá exclusivamente de la decisión del Ejecutivo. Ejerciendo de Romeos de la paradoja, los padrastros de la república han decidido expresar su amor por la descentralización inventándose un organismo Centralista controlador de todo llamado “Organismo de Planificación, Regulación y Coordinación Interna” (Artículo 353). Las Entidades de Educación Superior pierden autonomía al estar subordinadas al Plan de Desarrollo. Se impondrá obligatoriamente la educación en valores determinados por el Ejecutivo, una especie de catecismo del buen socialista del siglo XXI (Artículo 347, numeral 4) y el nuevo pensum incluirá por obligación y decreto, el estudio de una lengua “ancestral” (Artículo 347, numeral 10).
En cualquier caso, con el tiempo, como ha pasado en Cuba, se irá perdiendo el interés por estudiar una carrera universitaria. Si se aplica la distribución equitativa de la riqueza, que cada vez será más reducida, y todos recibimos, como es nuestro derecho de Ecuatorianos, idénticos ingresos, no tendrá ningún sentido quemarse las pestañas 6 años sacrificando nuestra juventud para terminar ganando lo mismo que el hijo vago de la vecina que se la pasa asoleando su panza, tumbado en la hamaca, mientras se rasca el trasero decidiendo si se toma una biela bien heladita antes o después de su merecida siesta.
Votaré No porque quiero tener todavía la remota esperanza de aspirar a una Educación Superior de Calidad, sea o no Gratuita.