miércoles, 8 de julio de 2009

SI EL PRESIDENTE LO HACE, ENTONCES NO ES ILEGAL

Que luego nadie me acuse de no aprender de los Gringos
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He tenido una semana bastante apretada: viajes, entrevistas, reportes, conversaciones telefónicas, reuniones de trabajo… y a pesar de todo, me di el tiempo para ver, en momentos libres y en 5 etapas, nunca encontré 122 minutos seguidos para verla de corrido, la película Frost/Nixon dirigida por Ron Howard.

Richard Nixon, Dick, es un personaje fascinante. La quinta esencia de la corrupción del poder. Un hombre torturado por su complejo de clase, continuamente necesitado de buscar el reconocimiento ajeno que personas como John F. Kennedy, a quien le tenía una particular manía, conseguían de a vaca solo por ser unos niños de papá bien parecidos. Siempre dijo que sus debates con Kennedy en la campaña del 60, los primeros retransmitidos vía TV, los había ganado entre el público que sólo los escuchó por la radio, y algunas encuestas así lo corroboraron, pero el otro candidato daba mejor imagen en la TV.

En el 69 ganó las elecciones con el 44% de los sufragios contra un candidato mucho menos glamoroso que JFK, un tal Hubert Humphrey que hasta entonces había sido Vicepresidente de Lyndon B. Johnson.

Nixon heredó un país con serios problemas, entre los que destacaba de forma groseramente obscena, la Guerra de Vietnam. Con todo, su presidencia fue bastante exitosa: la gestión económica y los programas de reducción del Estado Central le permitieron asignar enormes recursos para el relanzamiento del Federalismo, empoderando a los Estados. Tal fue su éxito que en el 72 fue reelegido con una mayoría aplastante de casi un 61% del electorado, algo poco común en la historia de los Estados Unidos (Obama ganó con el 64%, sólo 3 puntos por encima de Nixon, para que se hagan una idea de la popularidad de Dick).

Quizás fue esa popularidad y sus rencores ocultos, su complejo de inferioridad de clases, lo que le obsesionó y finalmente supuso su perdición política. En Estados Unidos, desde 1951, la Constitución incluye la famosa Enmienda 22 que impide que un Presidente extienda su mandato por más de dos periodos. Nixon se sentía tan respaldado por el favor popular que sus correligionarios habían creado el Comité para la Reelección Presidencial que pretendía modificar, por “la vía legal”, la Enmienda 22. Los del partido Demócrata, por supuesto, Nixon era Republicano, no estaban convencidos de la conveniencia de tal medida. Nixon no iba a permitir que los deseos inequívocos, según él, del pueblo a favor de su reelección, se truncaran por una oposición y unos medios de comunicación contrarios a la idea de modificar la Carta Magna.

Así que Nixon, abusando del poder que le daba su posición como Presidente, utilizó los medios a su alcance, incluyendo a la CIA, para cometer una serie de incontables tropelías destinadas a eliminar cualquier obstáculo que impidiera su reelección. Todo se descubre cuando apresan a unos supuestos “ladrones” que en realidad eran colaboradores de Nixon, colocando micrófonos en la sede que el Partido Demócrata tenía en el Complejo de Hotel y Oficinas conocido como Watergate, en Washington D.C. La investigación de este hecho reveló el enorme alcance de los crímenes y abusos de Nixon, que incluían desde fraude en la campaña, al uso de Auditorías de Impuestos para presionar a opositores. Incluso se detectó un fondo secreto de dinero, manejado desde México, para financiar todas estas ilegalidades.

Nixon, finalmente, tuvo que renunciar al cargo, el único Presidente de Estados Unidos que lo haya hecho, librándose de la cárcel porque su sucesor, Gerald Ford, hasta entonces Vicepresidente del propio Nixon, en su primer decreto presidencial, emitió un indulto para el expresidente.

La película de Ron Howard revela los entretelones de la famosísima entrevista que David Frost, hasta entonces un periodista de escaso calado político, consiguió (previo pago de $600,000) con Nixon en 1977, 3 años después de la renuncia comentada. Nixon manejaba el careo con solvencia y sin apuros, incluso con arrogancia, creyendo que con su actitud aparecía “presidencial” con la fortaleza de un verdadero Estadista. Cuando Frost le presionó a que reconociera que había participado en un acto ilegal, Nixon respondió con la osadía de que “cuando un presidente lo hace, entonces no es ilegal”, poco más o menos que el Presidente está por encima de la Ley, y que está justificado para saltársela apoyándose en el voto, en la majestad del cargo o en la supuesta búsqueda del “bien común” de sus compatriotas…

En la última parte de la entrevista, finalmente, Nixon reconoce sus errores avergonzado por haberle fallado a todo el pueblo americano al haber intentado anteponer sus ambiciones políticas por encima de la Ley. Sin darse cuenta, es el primer momento de casi 40 horas de grabaciones donde verdaderamente se le reconoce como un genuino Estadista.

Nixon, a pesar de muchos e importantes logros en materia económica y social, ha pasado a la historia como un hombre trastornado por el poder, un corrupto envilecido por las consecuencias de la autoridad de su cargo, (EN COMPARACIÓN CON LOS SUCESOS DE ESTOS TIEMPOS EN AMERICA LATINA, NIXON NO ES MÁS QUE UN BEBÉ DE TETA) sin embargo, forzado o no por las circunstancias, también fue un ejemplo de lo que finalmente debe hacer un político con la poca dignidad que le quede: renunciar cuando le toca.

En un mundo donde los Presidentes no sólo se creen con derecho a estar por encima de la ley, sino que reconocen cometer ilegalidades en el ejercicio del poder, utilizan procazmente los recursos puestos a su disposición en ataques a la prensa y cualquier oposición, pisotean la institucionalidad a favor de aplicar su propia agenda partidista, no les queda un gramo de vergüenza a la hora de abusar de las prebendas de sus puestos y viven obsesionados con perpetuarse en sus cargos, una película como Frost/Nixon debería ser de visión obligada tanto para periodistas como para ciudadanos.



domingo, 5 de julio de 2009

INTERVENCIONISMO MACABRO (VIDEO)



Correa, Chávez y Ortega, esos 3 Revolucionarios, adalides de la democracia, profundos creyentes en el Constitucionalismo, futuros premios nobel de la paz, inclaudicables gladiadores del principio de no intervención, irresponsablemente y en un acto de desvergüenza sin límites (recordemos que hace pocas semanas elevaban su enérgica voz de protesta denunciando una "supuesta" injerencia extranjera en las manifestaciones en contra del fraude reconocido y demostrado en irán (hasta los seguidores de Ahmedinajad reconocen que en al menos 50 ciudades hubo más votos que ciudadanos)) deciden, de manera inequívoca, (llegando incluso a reconocer su participación directa en los actos), atentar contra la paz social en Honduras en unos momentos tremendamente delicados sabiendo que cualquier provocación a la violencia podría desembocar en un triste baño de sangre.

Qué nadie quiera después ignorar su responsabilidad en lo que pueda suceder en ese convulsionado país.

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