domingo, 14 de septiembre de 2008

LAS RATAS ADORAN AL FLAUTISTA


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Erase una vez Quesolandia, la aldea de un pueblo amable y laborioso, que dedicaba todos sus esfuerzos a la fabricación de queso. Sus alegres moradores eran personas bondadosas que no le deseaban ningún mal a nadie. Todos aportaban con alegría, en mayor o menor medida, y juntaban sus mejores esfuerzos en hacer un queso enorme que luego vendían a los habitantes de aldeas vecinas y remotas. Los Quesolandeses que más aportaban, más ganaban, y a todo el mundo le parecía justo.

El sabroso queso de la aldea era muy apreciado por los aldeanos de otras latitudes quienes no dudaban en ofrecer sus productos a cambio de un pedazo de tan suculenta delicia.

A los Quesolandeses les resultaba muy sencillo hacer su queso. Tenían unas vacas especiales que sólo vivían en Quesolandia y que parecían tener una inagotable producción de leche. El extraordinario queso de Quesolandia era tan delicioso y apreciado, que los Quesolandeses jamás se preocuparon de hacer otra cosa que no fuera el exquisito queso.

Sin embargo, no todo era felicidad en Quesolandia. Para administrar con prudencia su apreciado producto, habían contratado a unas ratas. ¿Quién mejor que unas expertas en queso, para administrarlo?, pensaron con mucho sentido común. A cambio de tan necesarios servicios, los aldeanos cedían a estos animales, que no colaboraban con la creación del queso, una parte del mismo, confiados en que recibirían a cambio, tal y como prometían las grises ratas, una sabia gestión de sus reservas queseras que atraería, con el tiempo, enormes réditos para Quesolandia.

Algunos quesolandeses percibieron que las ratas disfrutaban de enormes privilegios y cogían pedazos de queso a su libre albedrío cada vez que les provocaba. Cuando reclamaron por ello, las ratas se justificaron diciendo que su trabajo era excesivamente importante y beneficioso para Quesolandia y que resultaba imprescindible que ellas actuaran así para que el hambre no distrajera su atención de tan nobles propósitos administrativos.

Otros quesolandeses, a los que les disgustaba contemplar cómo algunos de sus vecinos lograban con facilidad producir más queso que ellos y disfrutaban, por tanto, de ciertas comodidades que, su pericia quesera, les proporcionaba, vieron que resultaba más sencillo convencer al puñado de ratas para que éstas les concedieran importantes pedazos de queso a cambio de favores y servicios. Las ratas apreciaban una buena rascada de nalga, desparasitaciones, baños turcos, y disfrutaban con mucho agrado la buena música.

El éxito de estos quesolandeses arrimados a las ratas hizo que cada día más y más quesolandeses se preocuparan por juntarse con ellos para ver la manera en que las ratas o sus allegados podían beneficiarles. El contingente ciudadano dispuesto a seguir aportando con su producción de queso, se hacía cada vez más reducido. En el lado contrario, el número de los quesolandeses apuntados a la función administrativa de Quesolandia crecía cada día. Se había generado la clase de los Quesócratas.

Cuando uno de los productores de queso quiso alzar la voz de protesta ante lo que consideraba un abuso excesivo de las ratas y sus allegados, los quesócratas le dijeron que Quesolandia era una democracia y que, si quería cambiar cualquier cosa de su administración, debía presentar su candidatura en las próximas elecciones.

Demócrata, como era, el quesero se presentó a las elecciones, pero pronto se percató que las ratas y sus allegados eran muchos más que los que pensaban como él, y, como era lógico, perdió.

Las ratas vieron, con enorme satisfacción, que el sistema les resultaba escandalosamente rentable, así que se ocuparon de mantener a los quesolandeses en permanente estado electoral.

Los productores de queso no podían mejorar sus fábricas pues la presión fiscal y las trabas que las ratas y los quesócratas les ponían para evitar que adquirieran poder económico, se lo impedía. Sus métodos de producción, ante la imposibilidad de inversión, no tardaron en quedar obsoletos. No obstante, todavía les quedaba la ventaja de disponer de las fabulosas vacas quesolandesas, únicas capaces de producir la sabrosísima leche imprescindible para producir el derivado lácteo.

La situación en Quesolandia, sin embargo, empeoraba cada año. Muchos de sus pobladores no salían de la pobreza y empezaron a reclamarles a las ratas, cada día más gordas y ociosas, por la precariedad de su situación. Sin embargo, los roedores habían armado tal maraña legal, que resultaba imposible deshacerse de ellos.

Por si fuera poca la desgracia, todo empeoró cuando los habitantes de otras aldeas cambiaron sus gustos. No es que dejaran de apreciar el buen queso quesolandés, ni mucho menos, pero preferían disponer de más variedades y comenzaron a apreciar quesos ahumados, más grasos, menos grasos, más maduros, más frescos, menos especiados, o con otras especias.

Otros, incluso, cambiaron enteramente el consumo de queso, y descubrieron las cuajadas, los yogures, las cremas, los condensados, y otros derivados que les aportaban tanto o más calcio que el Queso de Quesolandia. Aparecieron, también, quesos sin leche, hechos de soya y extraños químicos macrobióticos, que también encontraron su nicho en el mercado que antaño atendía Quesolandia.

Ni que decir tiene, que estos eventos agravaron la ya de por sí empobrecida economía quesolandesa. Con el tiempo, esto llegó a afectar a los arrimados más alejados del núcleo de las ratas y una parte importante de estos se unió al grupo de los disconformes con la situación.

A nadie le extrañó, entonces, cuando, un joven Quesolandés, de verbo fácil, preparado en el exterior y con unos recursos extrañamente inagotables para financiar su campaña electoral, calara hondo en el sentir popular. A la gente le agradó que el joven coincidiera con su apreciación de que la culpa de su desgracia económica era de las ratas, a quien llamaba ratocracia y de algunos productores explotadores, acaparadores que nunca quisieron compartir su secreto sobre como producir queso en mayor cantidad que el resto. A estos últimos los llamaba despectivamente peluquesos fermentadores de miseria.

A todos convenció, además, de que tenía una flauta del siglo XXI capaz de acabar, de una vez, con la ratocracia y los peluquesos y repartir el queso entre sus legítimos dueños: los pobres de Quesolandia.

No fue extraño, entonces, que el vigoroso flautista ganara las elecciones.

A algunos extrañó que, al inicio de su mandato, intentara negociar con unas ratas secundarias, de medio pelo, invitándolas a comer y regalándolas unos lucidos manteles al efecto, pero el flautista tocó su flauta, y los buenos quesolandeses se olvidaron del tema.

Si que resultó curioso que uno de los ayudantes del flautista apareciera en un video negociando prebendas que a todas luces se interpretaban como devolución de favores pasados, con unos misteriosos aldeanos de una aldea también gobernada por un flautista, amigo del de Quesolandia, algo más gordo y hosco, pero igual de hábil con la flauta en la boca. El flautista tocaba su melodía, y todo parecía esfumarse.

Con tal herramienta, resultó sencillo que el Flautista convenciera a todos de la conveniencia de hacer unas leyes supremas que le permitieran acumular el poder necesario para permitirle cumplir todo lo que prometió. Sin esas leyes, dijo, no me será posible cumplir las promesas. El pueblo, atolondrado con el sonido de la flauta, concedió su deseo al flautista y eligió a quienes el músico había dispuesto para tal efecto, como redactores de las nuevas leyes.

Cómo sucedió en el pasado, el carácter curioso de algunos quesolandeses, les hizo cuestionar algunos de los métodos que usaba el flautista, y sobre todo, el contenido excesivamente concentrador de poder y centralista de los textos de las nuevas leyes. Tampoco veían bien como los asesores de comunicación del flautista metían mano al queso para gastar y gastar en confundir la opinión de los Quesolandeses apuntándose méritos y colgándose medallitas cada vez y cuando. Estas objeciones enervaban al flautista, que pronto presentó un carácter agresivo, soez y procaz, que le llevó a insultar a todos aquellos que osaban cuestionarle. Cuando otros le preguntaban por errores obvios que afectaban la economía, acostumbraba siempre a echarle la culpa a cualquiera que no fuera él, e insistía en que necesitaba las leyes supremas para poder consolidar sus promesas. Soplaba y soplaba su flauta, pero algunos quesolandeses parecían haber adquirido cierto disgusto por la melodía que de tanto repetirse, comenzaba a resultar tediosa y vulgar.

Entonces, con un golpe de efecto, acabó con unas cuantas ratas de las más visibles e incautó los bienes de unos peluquesos estafadores muy conocidos. El recelo de algunos indecisos desapareció. “Este es el flautista que necesitamos, no nos hemos equivocado”, pensaron con satisfacción.

Ya no parecía importarles que el flautista reciclara algunas de las ratas y las pusiera a custodiar el queso. Tampoco importaba que, si bien el número de ratas había disminuido, las que quedaron se hacían cada vez más gordas y sarnosas. De nada sirvió que muchos denunciaran que el flautista estaba proponiendo aumentar la cantidad de quesócratas improductivos lo cual iba en clara oposición al sentido común. Pocos hicieron caso cuando se les advirtió que el modelo de administración del flautista había fracasado allí donde se había impuesto, que sólo traía pobreza y que, invariablemente, derivaba en autoritarismo y recorte de derechos ciudadanos.

“Eso habrá sido en otros lados”, respondían airados, “nuestro flautista nunca hará eso.”

Nadie prestó atención cuando una rata encargada de la economía anunció que el pedazo de queso necesario para labores de administración y gobierno iba a ser 50% superior al ya gigantesco pedazo que las ratas viejas se reservaban en el pasado. El flautista tocaba la flauta, y todo se olvidaba.

Con el tiempo el queso se fue reduciendo. El flautista y sus ratas le echaban la culpa del desastre a los peluquesos y a las ratas del pasado, que poco o nada tenían que ver ya con la nueva flautocracia y las adiposas ratas del flautismo.

El flautista intentaba ocultar su incompetencia tocando más y más la flauta, pero eso, cómo era de esperar, no hacía crecer el queso que, inexorablemente, disminuía su tamaño. Entonces, el flautista declaró tener la solución. La culpa era de las vacas, que suponían una camisa de fuerza para sus propósitos generadores de riqueza, ya que comían demasiado pasto y no le permitían introducir en el país una nueva vaca regional que el flautista gordo amigo suyo, y otro, de curioso corte de pelo y algo más pánfilo y lerdo que los demás, que malgobernaba en otra aldea, habían engendrado mutando el ADN de ciertas vacas famélicas y huesudas que manejaban en sus países. El resultado para Quesolandia, como no podía ser de otra manera, resultó nefasto.

Cuando, por fin, los buenos quesolandeses se hicieron inmunes al sonido escopolamínico de la flauta, se dieron cuenta que era demasiado tarde: ya no tenían ni queso, ni vacas.

Lo más grave, sin embargo, era que se habían transformado: de ser gente laboriosa y noble que no deseaba ningún mal a nadie, se convirtieron en expertos en haraganería clientelista, sin oficio ni beneficio, que además odiaba de forma violenta y absurda a todos aquellos que tuvieran un centavo más que ellos mismos.

Cuando quisieron enfocar ese odio hacia el flautista, éste había volado a una isla caribeña donde se refugió junto con su amigo el gordo y el zoquete del flequillo gracioso.

15 comentarios:

Anónimo dijo...

Estimado Sr. Montalvo :

Lo felicito por su imaginativa narracion de esta cronica - cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia - seria importante conocer luego de la huida del flautista que paso con la ratas "obreras" que no hicieron otra cosa que seguir las instrucciones de sus jefes y beneficiarse directamente del festin - agarrando las migajas de esta queso llamado Ecuador .

En este regimen estas ratas obreras ya estan plenamente identificadas , algunos ejemplos a continuacion :

Wilma Salgado
Carlos Bravo Macias
Vinicio Alvarado E.
Carlos Alvarado E.
Camilo Saman
Enrique Arosemena R.
Enrique Cavallos
Oscar Herrera Gilbert
Fernando Andrade (Hermano de Trajano).
Alexis Mera .
Todas las ratas uniformadas de la marina , etc etc .

Las habra dejado ahogar solas el flautista luego de su huida al caribe ?

Este ultimo capitulo es el que van a tener que sufrir todos estos " seguidores oportunistas " cuando su otrora "lider" Correa los abandone a su suerte al grito de " la revolucion fracaso , salvese quien pueda " .

Porque esta claro , que al unico que llevara consigo sera a su fiel colaborador Patiño , el resto son meros titeres de ventrilocuo .

EL AGORERO

Anónimo dijo...

La cadena de este último sábado fue sencillamente GENIAL. Este dictadorcillo maneja el verbo de una manera extraordinaria.

Culpó del aumento del presupuesto del estado a UNOS INFILTRADOS DE LOS MISMOS SIEMPRE y también a LOS MEDIOS DE COMUNICACION.

Luego habló de los anteriores y bajísimos presupuestos y como esos anteriores ministros (LOS MAURICIOS) eran enemigos del pueblo. Dijo que nunca más habría superavit fiscal (ahorro) porque era malo para los pobres.

No faltó su golpe de gracia a la Iglesia, incluyendo una insinuación de una supuesta confuabulación entre ARREGUI y LOS ISAIAS......jajaja.

Obvio que todos los oyentes emocionados se pasaron gritando consignas por el sí, convencidos de las bondades de la revolución.

Juan Montalvo dijo...

Jose,

Si te pareció jocosa la cadena de ayer, no te pierdas mi post de mañana, precisamente dedicado al comentario presidencial más hilarante de los últimos tiempos. Mantendré la sorpresa hasta mañana, porque nuestra prensa, demostrando poco tino en la elección de sus titulares, no parece haberse dado cuenta del comentario.

Gracias por sus felicitaciones, Sr. Agorero. Recuerde, sin embargo, que el post habla de Quesolandia, un pais imaginario y, como Ud. menciona, cualquier parecido con la realidad de cualquier pais esta en la mente del lector.

elguayaco dijo...

me parece bien acertada tu narración de lo que pasa en nuestro pais solo que los aldeanos de quesolandia deben impedir que el flautista huya y hacer que pague aqui sus horrores el y su "intimo patiño" pero con la constitucion que se invento el podra sacar a su gusto al congreso cuando le de la gana y solo el congreso podrá sacarlo de su puesto previo informe de la corte constitucional que el ha puesto a dedo, yo creo que aqui hay gente pensante y razonante que habran conciensado su voto y no dejaran que el flautista tome el poder total de quesolandia

Anónimo dijo...

Bien la analogía.
He conversado con algunos que apoyan el SÍ en una suerte de "focus group" para entender su razonamiento (reason why)
Y para mi sorpresa, todos coinciden con lo mismo...Un voto por odio y revancha...Más de uno había sido excluido o afectado de alguna manera por el anterior sistema político, judicial, empresarial, etc.
Un deseo parecido al "patear el tablero" si me siento perdido en el juego.
Lo más increíble es que todos aceptan que NADA les garantiza que las cosas cambien para mejor. Sin embargo, se contentan con saber que los de siempre "pagarán sus culpas" o se "joderán cómo se jodieron ellos".

En resumen, el voto por el SI, no es un voto de esperanza, de entusiasmo, de positivismo, de conciliación, de armonía. Es un voto de odio, rencor, rabia, egoísmo, complejos, miserias.

De ahí que la analogía que presentas en este post es acertada al 100% de lo que está ocurriendo.

Lástima que al igual que los quesolandeses, los ecuatorianos ya no volveremos a ser los mismos. La confianza, principal ingrediente para tender puentes y lograr acuerdos, se ha perdido por completo.
AV

Anónimo dijo...

Oye Montalvo ,

Todos los asaltos ocurridos durante la ultima semana fueron ordenados por los socialcristianos .

ESTAN DESESPERADOS ! y no se dan cuenta de que la gente vota por el SI en contar de ellos .

Jose Velez

Juan Montalvo dijo...

Claro, claro Jose,

Y las torres gemelas las derribó Bush, y las pirámides las hicieron los extraterrestres, lo del hombre en la luna fue un montaje, la tierra es plana y la inflación no tiene nada que ver con las desastrosas políticas económicas del Gobierno de Correa. Menos mal que te tenemos a ti para abrirnos los ojos. Gracias por tu aporte.

Juan Montalvo dijo...

Realmente el poder de la flauta es espeluznante. ¿Cómo siguen creyendo a un tipo que miente y miente y meinte casi cada vez que abre la boca?

Anónimo dijo...

Mira, el otro dia le decia a un defensor de Correa que Marun fue parte del Gobierno de Abdala, que luego desde el congreso apoyo a Mahuad en la medidas de shock, cuando nadie lo apoyaba, y ahora es Ministro de Obras Publicas y en Agosto acaba de firmar un contrato "a dedo" por 36 millones de dolares, para darle una manita de gato a una via, que mas tarde debe ser reconstruida (en Enero) le preguntaba:

Donde mas quieres?, Partidocrata, apoyo a dos gobiernos corruptos y ahora realiza contratos a dedo!

Su respuesta (hablando de Correa):

{"El hecho de estar rodeado de ladrones y criminales, no te hace uno de ellos o si?"}

Con una respuesta asi, solo toca tener compasion y retirarse, que mas se puede hacer?, dejarles que sigan bailando al ritmo de la flauta.

Saludos

Francisco Ron.

Anónimo dijo...

Respeto mucho la opinion y espero que el que escribio no sea una rata tan pilas que se permita hablar de si misma para sobrevivir.. preferiria pensar que de ganar el si estuvo en la ignorancia y no en el misticismo.

SRM

Anónimo dijo...

Ademas me parece un poco triste que el queso y su produccion sea uno de los principales protagonistas de la historia, habra que pensar cuando ocurrio ese lugar original mitico de tan ta felicidad del que parte la historia... quizas se olvidaron de aquellso protaginistas a los que nunca se les dio la palabra... no se que animal puedan representar pero como dijo alguien miran como perros tristes... Ojala pueda eso cambiar

SRM

Juan Montalvo dijo...

Amigo SRM,
Agradezco su respetable comentario. Si le sirve de algo, le puedo decir que, la única vez que trabajé para el Estado, fue durante el cumplimiento de mi Conscripción militar. En mi vida laboral, Nunca he recibido un salario del Estado, ni de ninguna entidad pública, así que dificilmente me podría identificar con las ratas del cuento.

Comparto su deseo de qué cada vez más personas se incorporen al grupo productivo y puedan tomar la palabra desde una posición valiente de dignidad y libertad.

En mi humilde opinión, si nos
libráramos de la pesada carga de las ratas y los quesócratas, los protagonistas silenciosos dispondrían de muchas más oportunidades de demostrar su capacidad y no haría falta preguntarles ninguna opinión porque su voz sonaría enérgica, vigorosa y llena de orgullo.

Gracias por su visita.

Endivio Roquefort I dijo...

La mutación de granjero borracho en horda de ratas, y de Napoleon y Snowball en flautista, no me parece mal. Sin embargo, el cuento de Orwell tiene otro desenlace:

Primero (si Orwell tiene razón) veremos que algunos artículos de la nueva Constitución serán reformados con el tiempo. Todo lo referente a "igualdad" se condenará como lirismo pequeñoburgués: dejará de sorprender que los ministros y algunos funcionarios viajen en costosos aviones privados, ni que todos ellos tomen largas vacaciones en Miami, donde protagonizarán jugosos escándalos de alcoba, ni que el excedente petrolero se destinará en creciente medida a misteriosas cuentas suizas (de hecho, nadie se podrá enterar de estos detalles, siendo la prensa obligada por ley a transmitir solamente hechos verificados por departamentos gubernamentales); tampoco sorprenderá cuando a algunos mineros se les lleven en camión a ese misterioso lugar de jubilación de que nadie ha vuelto jamás; ni que en cada reunión o manifestación haya perros armados hasta los dientes listos a suprimir cualquier canto que no sea el reglamentario "four legs good, etcétera".

Para el desenlace, no creo que haga falta ninguna isla caribeña. Simplemente:

"Los animales miraban a Augusto, y a Rafael, y otra vez a Augusto; pero ya no podían distinguir quién era quién."

Libertario dijo...

Juan Montalvo, esta circulando la siguiente carta por email:

No son ni los oligarcas, ni los pelucones ni los banqueros !! son los egoistas!!

Tal vez es gente todavía mas egoísta...

Hay gente que desgraciadamente no nació donde nosotros nacimos y eso no nos da derecho a criticarlos o peor aun denigrarlos.

Porque en esta carta claramente se ve el egoísmo de la gente que redactó la misma.

Es importante 'apoyar al sector sumergido en la miseria' como dicen.¿ Acaso es mejor dejarlo abandonados?...

Es mejor darles EDUCACION para que mañana no aumente mas la delincuencia. Y nos perjudique a nosotros mismos.

Somos una sociedad, y como sociedad debemos convivir Negros, blancos , cholos, indios, aun cuando unos tengamos más que otros.

Por favor.........

Antes de emitir esos criterios reflexionen, por que el mañana puede cambiar no solo con nosotros sino con los que más estímanos....
no estoy deacuerdo con todo lo que hace el gobierno , pero sí hay acciones rescatables que no se han dado nunca y justamente en beneficio de la gente que menos tiene.

Por la justicia y beneficos para un mañana mejor para todos.Viava la republica Bolivariana del Ecuador.

Atentamente,

Rafael

CARTA AL PRESIDENTE (LO PEOR QUE HE LEÍDO EN MUCHO TIEMPO)

A dónde queremos llevar al país?

Esta es una pregunta que seguramente nos viene a todos los
profesionales o no, que luchamos día a día por aprender y
tener así un mejor desempeño en nuestras actividades (ya que
como así lo aprendimos desde pequeños, es la única vía por la
cual se alcanza mejorar nuestra calidad de vida) cuando
analizamos la gestión Presidencial que AUN se mantiene vigente.

Frecuentemente me he preguntado...

¿En que pensará el presidente cuando deja de apoyar al sector
'Productivo' del país y se dedica a señalarnos como si lo que
tenemos, se lo debiésemos a que pertenecemos a la mal llamada oligarquía'?
....


La Carta en teoría fue escrita por ti, la están usando difamarte como "egoísta", Menuda cuestión al defender el esfuerzo propio.

Juan Montalvo dijo...

Libertario,
Eso que mencionas es muy grave. Parece que hay una campaña diréctamente dirigida en mi contra. Yo nunca escribí la carta que publicói el Eco. Enrique Arosemena en su columna de El Expreso del día Domingo 14 de Septiembre, y así se lo hice saber vía mail. El Blog es público y tiene todo lo publicado hasta ahora disponible para cualquiera. Parece que a algunos les molestan ciertas verdades.

Gracias por la información.

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